Los síndromes geriátricos son un conjunto de cuadros originados por varias enfermedades de alta prevalencia en las personas de avanzada edad y que son el origen de incapacidad funcional o social en la población.
Uno de los principales síndromes geriátricos, es la inmovilidad. Es considerada como una de las más graves consecuencias de las enfermedades que pueden padecer nuestros mayores, al constituir el conjunto de signos y síntomas que se dan a partir de la descompensación o deterioro del equilibrio.
Las repercusiones de la enfermedad se centra en alteraciones sobre:
*Masa muscular: La dificultad en el ejercicio aeróbico provoca una disminución de masa y fuerza muscular y capacidad para responder al ejercicio físico.
*Ligamentos y tendones: La desorganización sobre las fibras, hace que la fuerza de tensión del tejido disminuye y se debilita.
*Sistema cardiovascular: Como consecuencia al mayor tiempo de inmovilidad se puede presentar riesgo de síncope, hipotensión postural y trombosis venosa profunda.
*Función respiratoria: Se ve disminuida.
*Incontinencia urinaria: Se ve incrementado debido a factores como presencia de delirios, cambios ambientales asociados a la inmovilidad, infecciones…
*La piel: Existe un mayor riesgo de humedad, cizallamiento, fricción, problemas de desnutrición e hipoxemia, desencadenando en úlceras por presión.
El descenso de la capacidad para desempeñar actividades de la vida diaria por deterioro de las funciones motoras no debe de ser considerado como algo normativo en el envejecimiento.
La pérdida de independencia va a hacer que la persona mayor, en especial aquellas que padezcan demencia (factor de riesgo para la inmovilidad al ser prácticamente imposible en fase terminal de dicha enfermedad) que quede encamada o bien precise de emplear dispositivos de ayuda a la movilidad como una silla de ruedas o un andador.
La movilidad de nuestras personas mayores se pueden ver afectadas gradualmente, el dolor acompaña con regularidad a este problema. Por tanto, la atención que se debe de impartir debe enfocarse en una esfera global incluyendo el aspecto físico, psicológico, espiritual y ambiental, ya que la identificación precoz de este síndrome es clave para minimizar las consecuencias; y desde el Método Hoffmann esto puede verse tratado gracias a la multidisciplinariedad y con el objetivo claro de; centrarse en las necesidades de la persona en cada momento.