La depresión es un trastorno del estado de ánimo en el que los sentimientos de tristeza, pérdida, ira o frustración interfieren con los quehaceres de la vida diaria. Podemos decir que es un estado de decaimiento y claudicación biológica y psicológica.
Además de los síntomas psíquicos, pueden aparecer también síntomas somáticos:
Estado de ánimo depresivo la mayor parte del día según lo indica el propio sujeto o la observación realizada por otros. En los niños y adolescentes el estado de ánimo puede ser irritable.
Disminución acusada del interés o de la capacidad para el placer en todas o casi todas las actividades.
Pérdida importante de peso sin hacer régimen o aumento de peso.
Insomnio o hipersomnia.
Agitación o enlentecimiento psicomotores.
Fatiga o pérdida de energía casi cada día.
Sentimientos de inutilidad o de culpa excesivos o inapropiados.
Disminución de la capacidad para pensar o concentrarse, o indecisión.
Pensamientos recurrentes de muerte, ideación suicida recurrente sin un plan específico o una tentativa de suicidio o un plan específico para suicidarse.
Según la OMS, a nivel mundial, son 300 millones las personas que presentan depresión y es considerada la primera causa de discapacidad mundial.
En España, la incidencia de trastornos depresivos es de un 5-9%, es decir 1’5 millones de personas. El 10-20% han padecido episodios depresivos en alguna etapa de su vida, y en muchos casos nunca han sido diagnosticados ni tratados como tal.
Otro problema habitual en estos pacientes es que se calcula que la mitad de ellos abandona el tratamiento antes de tiempo. Esto va a derivar en mayor número de recaídas y un aumento de las posibilidades de que el trastorno se vuelva crónico.
En las personas mayores suele ser un problema común, aunque no tiene porque ser necesariamente parte de su vida. Puede pasarse por alto en el envejecimiento porque igual la tristeza no es el síntoma principal y pueden padecer otros síntomas menos evidentes. Por ello es muy importante la evaluación y el seguimiento de nuestros mayores así como fomentar el envejecimiento activo y la prevención.
Para nuestro autocuidado hemos de tener en cuenta mente y cuerpo, para ello debemos:
Tener pensamientos positivos.
Cuidar la salud física.
Mantener un calendario diario uniforme.
Reanudar las responsabilidades de forma lenta y gradual.
Aceptarse a uno mismo. No compararse con otras personas que considera favorecidas.
Registro de las cosas por las que debemos estar agradecidos.
Expresar las emociones.
Seguir en todo momento y hasta el final el tratamiento impuesto.
Reunirse periódicamente con el terapeuta.
Comer una dieta equilibrada.
Hacer ejercicio físico. Está probado que puede ser tan eficaz para la depresión leve como los fármacos.